Sunday, October 21, 2012

Short Story: "Y qué más da..."


(A little fiction writing piece, by me, paying homage to a great writer, the short story is written entirely in Spanish, the next ones will be in English, and perhaps, I'll try to translate this one as well, someday)

"Y que más da…"
(Un pequeño fragmento de ficción, de mi autoría, con un homenaje intertextual a un gran maestro de la palabra)
El sopor y el calor la habían sumido en una especie de letargo; no estaba dormida, aún así, no se podía llamarle a eso “estar despierta”. Era consciente, de su frente apoyada contra el caliente y granuloso polietileno del volante, del sofocante calor producido por el tapizado del asiento, y hasta creía ser capaz de sentir las partículas de polvo flotante, visibles gracias a la intensa luz que ingresaba al auto a través del parabrisas.
¿Por qué había decidido retornar ahora? En efecto, si bien era cierto que debía volver a aquel lugar, no tenía razón para haberlo hecho ese preciso día… no quería.
****
La lluvia corría a torrentes por la cara externa de los cristales. A través, se divisaban las siluetas desenfocadas de edificios, casas, y muchas luces. Ella  las observaba con desgano, acostada de lado en su cama. Miles de ideas transitaban por su cabeza, la mayoría de relevancia nula; tomaba una, la masticaba por un instante, y la desechaba.
Al cabo de un corto tiempo, juntó fuerzas para levantarse y se dirigió a la cocina. Mientras bebía un sorbo de su café, contemplaba la desolada sala de estar.
¿Cuándo fue la última vez que un ser humano, que no fuera ella, había transitado por ahí?
Y que más da…
No dejó que esta inquietud progresara: si había alguien responsable de esto, era ella misma.
Se vistió rápidamente, recogió sus llaves y tomó el ascensor de bajada. Era aquel momento del día, en que éste se detenía en cada piso, abriendo sus puertas para recibir cuantas personas fuera posible a cada momento. Bocanadas de gente, una tras otra, eran inhaladas y exhaladas por la criatura. Ella no hacía esfuerzo alguno por ocultar su hastío, sin embargo, le era imposible evitar el contacto físico con las otras personas allí enlatadas. Un vaho casi insoportable llenaba los espacios que la gente no podía, era reemplazado en cada parada por aire nuevo, que a su vez se tornaba en vaho a segundos de su llegada. El trayecto duraba siempre los interminables instantes, de veinte pisos en bajada.
Llegó a la planta baja y se dirigió a la salida. No dejaba de llover y había olvidado su paraguas. No le importaba. Era preferible sentir el frío azote de la lluvia, a repetir el trayecto en la caja metálica. Caminó con prisa, apenas rozando con la mirada a los otros transeúntes, arribó a la estación del metro, y descendió las escaleras. Cientos de personas corrían desesperadas, como escapando de la bestia, para alcanzar el metro de las 7:35. En su trajinar, ni se percataban de que iban propinado los más diversos ataques: un codazo por aquí, un golpe en la sien por acá, un rodillazo, un ataque a las costillas, tan bien dirigido que parecía, casi, intencionado, un empujón… la tenían sin cuidado, “Y que más da…”. Hace mucho que su interés por el resto de aquella ciudad se había desvanecido. Se movía por una incesante inercia. El impulso inicial de cada mañana la mantenía en pie todo el día.
Llegó a la plataforma de embarque, y se colocó en el lugar donde se abrirían las puertas del siguiente turno. Recorrió la plataforma con la vista, y, de repente, como un tirón que la sacó de la rutina, la vio. Otra chica, que aparentaba una edad similar a la de ella, se encontraba a cierta distancia sobre la plataforma. Algo presente en su rostro captó su atención… su mirada. Sí. Era la de alguien que había logrado cruzar la línea que ella era incapaz de cruzar cada mañana. Como por instinto se precipitó corriendo hacia ella, sin embargo, estaba algo lejos. El siguiente tren se aproximaba… la chica dio un ligero brinco hacia adelante… 
****
El abrumador sonido de varios bocinazos superpuestos la arrancó de su letargo. Puso en marcha su dauphine, solo para detenerse unos metros más adelante. “¿Para eso tanto escándalo?”, meditó. Volteó su cabeza en un ademán casi mecánico, y logró vislumbrar a un hombre que la saludaba desde un 404….



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(I might find a better place to publish my short stories, someday, but meanwhile, I think the point is letting them out into the world, and this seems as good a place as any. Suggestions, tips, questions, everything is welcome: leave me a comment)

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